17 nov 2008

Tarangire

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A primera hora de la mañana salimos hacia Tarangire, un parque caracterizado por la gran cantidad de baobabs y elefantes que habitan en el.
A este parque nos dirigimos directamente desde el lago Manyara, sin pasar antes por el Lodge de Tarangire.














Pero antes de teníamos una parada obligada, en uno de los puestos de la carretera. Nada más dejar el wildlife lodge, paramos a comprar semillas de baobab que nos llevaríamos para España para regalar y para nosotros mismos. Las compramos en un puesto de frutas donde también había plátanos de diferentes colores, verdes, amarillos, naranjas, verde oscuro. Allí tenían el fruto del baobat, un fruto de cáscara durísima y ovalada. Una vez partido, no sin cierta dificultad, se podían sacar unas 50 semillas, y la pulpa seca y blanco-amarillenta era un alimento apreciado allí, Pablo y yo la comimos
con gusto.












Nada más llegar al Parque Nacional de Tarangire, nos bajamos a estirar las piernas mientras Lodgardo hacía alguna gestión burocrática. También aproveché para echarme por enésima vez cacao en los labios. A estas alturas todavía los tenía bastante agrietados y resecos de la subida al Kili, y casi hasta el último día perduraron dos llagas labiales bastante molestas.















En la entrada al P.N. de Tarangire había un inmenso baobab al que rápidamente se dirigieron Hugo Pablo y Miguel. También había esparcidos en el suelo de la entrada cráneos de todo tipo de animales, ñus, gacelas, búfalos y sobre todo un grandísimo de elefante al que Pablo y Hugo prestaron mucha atención y terminaron sobando en cuanto nos descuidamos.













Nada más empezar a circular por las pistas de Tarangire, nos dimos cuenta de que este parque era especial. Cientos y cientos de baobab aparecían ante nuestros ojos. Habíamos esperado el momento de verlos, de hecho cuando buscamos un safari fotográfico, queríamos uno que incluyera Tarangire para poder ver de cerca estos monumentos vivientes de la botánica.

















Ese día, a primeras horas de la mañana, el cielo de Tarangire estaba encapotado, algo que se agradecía, ya que en este parque suele hacer mucho calor. Pero esa luz gris era un inconveniente para la fotografía, especialmente cuando uno quiere plasmar los bellísimos tonos rojizos que los baobab adquieren cuando el sol se posa en ellos. Pero hoy la luz sería gris y anodina las primeras horas.
















Avanzamos por la pista y nos dirigimos por un precioso recorrido hasta el río Tarangire. Allí cientos de elefantes se desperdigaban por una ladera adyacente al cauce. Salín paro el coche y el motor, esperamos un rato y vimos como el primer elefante iba bajando hasta la orilla del río, se metió en el agua que por aquí apenas tenia medio metro de profundidad, y empezó a beber. Un poco más tarde bajó un grupo de seis con un elefantito más pequeño. Poco a poco fueron bajando más, pudiendo contemplar en un escenario único a estos maravillosos y grandes animales.













La verdad es que nuestra situación era de privilegio, ya que el coche se paró en una especie de atalaya, y 15 metros más abajo teníamos el río Tarangire, que giraba formando un meandro rodeado de frondosa vegetación y arenas suaves en sus orillas.
El paisaje era precioso, y si existe el paraíso de los elefantes este sería Tarangire.

















Continuamos nuestro recorrido, donde el paisaje de baobabs no desaparecía nunca. Un poco más adelante vimos un coche parado en el camino, indicador de animales a la vista, Salín detuvo el todoterreno a su lado. Una familia de guepardos estaba agrupada junto a un gran baobab, en una especie de altillo del terreno que les permitía otear el horizonte. En un momento determinado uno de los guepardos adultos se puso a dos patas, apoyando las delanteras en el tronco del baobab, realizando posteriormente una hiperextensión con todo su cuerpo a modo de estiramiento al igual que hacen los humanos estirando los dos brazos para relajarnos o liberar energía. Aunque un poco lejos, disparé mi cámara y pude captar esta escena curiosa.











Más adelante se nos cruzó en la pista una manada de elefantes que venían “jugando”, se frotaban unos con otros, entrelazaban sus trompas y se empujaban. En un momento dado uno de los peques de la manada se cayó en el camino. Inmediatamente Hugo se preocupó por el pequeño paquidermo, este fue rodeado rápidamente por tres adultos que le ayudaron e insistieron pegados al peque, hasta que este se levantó.
Definitivamente Tarangire es el parque de los baobab y los elefantes.













Paramos a comer en un bonito mirador con vistas al río Tarangire. Este lugar tenía muchas especies de aves. Como en casi todos los sitios acondicionados para comer, las aves buscan donde alimentarse sin esfuerzo.
Después de comer retomamos la marcha, desde el todoterreno divisamos en un alto a un kilómetro de distancia un enorme baobab, incluso en la distancia sobresalía por su tamaño. Además tenía la particularidad de tener un agujero en su tronco que parecía una especie de puerta gigante, provocado por el desprendimiento de una porción de la base del tronco.













Le pedimos a Salín y Lodgardo que nos llevaran hasta allí aunque nos saliéramos del recorrido predeterminado.
Cuando llegamos vimos que el árbol era monstruosamente grande, el todoterreno a su lado parecía un juguete.
Tuve que estar muy convincente para que Salín y Lodgardo me dejaran salir a explorar a pie en uno de los lugares no permitidos.

Más de una vez con Hugo, tuvimos que hacer excepciones para hacer pipi, eso si, siempre al lado del coche con un adulto al lado y mirando los alrededores antes.
Pero esta vez yo pretendía separarme un poco más del coche y subir a la parte del tronco desprendida. Después de un tira y afloja, aceptaron finalmente mis requerimientos.
La visita mereció la pena, aquel baobab era extraordinario tanto en tamaño como en belleza.


Continuamos nuestro periplo por el parque, esta vez en dirección al Tarangire Sopa lodge. Durante un rato la pista ocupaba el cauce seco de un río y durante unos cientos de metros el todoterreno recorrió este río de arena fina.
De nuevo nos cruzamos con una manada de elefantes que se achuchaban y andaban arrancando grandes cantidades de vegetación para comer.
Según avanzábamos los baobab se sucedían de izquierda a derecha, cada vez más numerosos y bellos, ya que el día nublado había dado paso a un cielo abierto hacía ya unas horas. Esto daba a los baobat su color rojizo amarronado característico.
La verdad es que la forma de los baobab es curiosa, con un tronco descomunal y unas ramas mucho más delgadas en proporción con este, terminando en unas ramas secundarias raquíticas, yendo de más a menos.
El baobab es un árbol de tronco inmenso y ramas subdesarrolladas. Pero en su contexto, en grandes extensiones de hierba alta y seca, los baobab son brazos de tierra que el cielo abrazan, manos de dedos finos y afilados pidiendo agua a nubes viajeras, cientos de extremidades en suelo seco, garras que escapan de las brasas, dibujo de árbol de un niño.
Llegamos después de mucho recorrido al corazón del parque, Allí nos esperaba el Tarangire Sopa Lodge. En los demás parques nos habíamos alojado e los wildlife lodge pero aquí teníamos Sopa.
El lodge estaba rodeado de baobab por todos los lados, y los elefantes llegaban tanto por el día como por la noche hasta las mismísimas puertas del recinto.
El salón de recepción era un poco más refinado que el de los wildlife. Las habitaciones estaban en construcciones cilíndricas e independientes de dos plantas, dos habitaciones por planta. Nos dieron las de abajo pero inmediatamente pedimos cambiar a las de arriba que dejaban ver el horizonte desde sus ventanales y terraza de este bello parque.
Las habitaciones no estaban comunicadas como en los wildlife, así que tocaba salir fuera para ir de una a otra. Por otra parte estas eran más elegantes y “terminadas” en el Sopa y con mosquiteras correderas en vez de de techo.
Después de acomodarnos en las habitaciones, nos fuimos a la estupenda piscina del lodge, rodeada de increíbles jardines interiores y baobats por el exterior.
Cuando llegamos no había nadie en la piscina, y Miguel Pablo y Hugo estuvieron tirándose y corriendo alrededor de la misma, mientras Marga y yo tomábamos el sol en las tumbonas del centro, alternado con algún baño. A la media hora vino una familia danesa y luego otra alemana, pero nadie se bañó aparte de nosotros, el agua estaba bastante fría.
Después de una cervecita y unos refrescos con patatas para aguantar hasta la cena que nos sirvieron el la piscina, fuimos en busca de un ordenador para conectarnos a Internet. Ya habíamos comprobado que las tarifas de tanzania no eran precisamente baratas, sobre todo en los lodges. Aprovechamos esta conexión para realizar una transferencia al hotel de Zanzíbar, donde nos alojaríamos. Habíamos pensado pagarlo en efectivo ya que este hotel no lo habíamos pagado desde España, pero dado que el money contante y sonante iba disminuyendo a grandes pasos, decidimos pagarlo por Internet por transferencia bancaria a la cuenta bancaria del hotel de Zanzíbar que estos nos habían facilitado en otro correo anterior. Esta gestión nos dejo con más liquidez, aparte de que no estábamos seguros de que aceptaran la visa en nuestro hotel de Zanzíbar.
















Después de esta gestión nos fuimos a cenar, pero antes de la cena habíamos visto en los jardines del lodge, un dic dic y aprovechamos para hacernos unas fotos junto a un precioso baobat.






















En el comedor el buffet era parcialmente libre, uno se servia las ensaladas y posteriormente los postres y alguna cosa más que estaba en la barra del buffet, pero el primer y segundo plato se elegía a la carta, gratis también, entre seis platos disponibles. Se suponen que eran unos platos más elaborados, pero para nosotros era un engorro pedir cinco primeros y cinco segundos a los camareros, y nos parecía más sencillo el sistema de los wildlife, donde solo te preocupabas de pedir la bebida y todo lo demás lo cogías por ti mismo. Otra cosa que tampoco estaba en el buffet y había que pedirá los camareros, era el pan y el café de después de las comidas, en este caso cena.

Esa noche sería nuestra última noche en un lodge. Todavía nos quedaba nuestra última etapa: Zanzíbar, pero esta sería una aventura diferente…
A la mañana siguiente, mientras desayunábamos, se armó un pequeño revuelo, un elefante estaba debajo del inmenso balcón tras las cristaleras del comedor. Casi todo el mundo se levantó a verlo y hacerle fotos. Era una de las ventajas de los lodges, siempre situados en el mismísimo corazón de los parques.

Lodgardo y Salín nos recogieron y recorrimos el Parque Nacional de Tarangire hasta la salida en dirección a Arusha, donde tomaríamos nuestro vuelo a Zanzíbar.
Según salíamos del parque íbamos viendo los últimos animales, algunos elefantes, monos, aves, y sobre todo mil “manos” gigantes que saliendo de la tierra nos decían adiós.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, acabo de descubrir vuestro magnífico blog a través de Los Viajeros. Mañana pienso mirarla con detenimiento, ese viaje es mi próximo destino y me vendrá muy bien vuestra info.
Os invito a pasar por mi blog (http://caliope-viajesyvivencias.blogspot.com/ ), creo que os gustarán los parques americanos del oeste y Argentina, que aún no he terminado.
Enhorabuena por la presentación del blog, me parece genial. Mañana os leo!!!